Hay un punto, hay un momento en el que seguir fingiendo bienestar es imposible y es precisamente aquí cuando explotas…

Comprendes y analizas todo de distinta manera, las cosas cambian su color gris, ocultado con una sonrisa a un negro adornado con lágrimas que caen silenciosas por entre tus mejillas; sabes muy dentro de ti que no puedes así continuar, sientes que debes parar…

Gritar, llorar, expresar aquello que te aflige, ahora sientes la necesidad de un confidente y es aquí cuando el espejo se conmueve al verte así de mal, sufre contigo, te escucha, te desahogas, eres capaz al fin de decir aquello que es necesario, el valor sobra, ahora. Quizá te sientas mejor pero la aflicción es mayor al saber y estar consiente que nadie afuera de aquellas cuatro paredes se enterará de tu pena, tu aflicción, tu desvelo, nadie más que aquel espejo que ahora por ti siente compasión…

Se siente mal, esto se siente mal y el papel y el lápiz que sostengo pareciesen ser la mejor salida a todo lo que siento…

Después de todo ahora cerraré los ojos, dormiré a consecuencia de que poco a poco mis ojos se secan y más no pueden soportar, y mañana, mañana debo por mi bien mental seguir ocultando todo bajo una sonrisa y un “buenos días papá”

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Me alegra saber que la juventud es talentosa! :)

No mitigues tus sueños; conviértelos en realidad.